Yuval Harari y la dictadura digital

El pasado 24 de enero, el historiador y escritor Yuval Noah Harari se presentó, ante un lleno total, en el Foro Económico Mundial 2018, en Davos, Suiza. Ahí, presentó su visión del futuro de la vida en la Tierra.

Yuval Harari es autor de los exitosos Sapiens, de animales a dioses, y su segunda parte, Homo Deus

La presentación de Harari pareció ser más una advertencia que una explicación sobre lo que ve en el futuro próximo de la raza humana. Su tesis versa sobre la tercer gran revolución de la civilización, después de la Agrícola y la Industrial.

Harari explica que no falta mucho para que la tecnología sea capaz de hacerse de la información biométrica de cada persona (el ritmo cardiaco, la presión sanguínea, la dilatación de las pupilas, etc.), para reportarla de regreso a un sistema de control y de toma de decisiones en manos de gobiernos y algunas empresas.

Existen desde hace tiempo las pulseras que captan el comportamiento del corazón y más detalles del cuerpo, en línea, por lo que es cuestión de tiempo para que estas mismas pulseras puedan reportar la reacción, positiva o negativa, que una persona puede tener, pone como ejemplo Harari, al ver un espectacular con la fotografía del líder de un país como Corea del Norte y saber si el individuo representa un riesgo para el gobierno.

La comprensión y construcción de algoritmos que predicen cada vez de manera más exacta lo que pasa dentro de nuestros cuerpos y mentes, es hoy una realidad. Basta con escribir en varias pláticas en Whatsapp la palabra "guayabera" para que empiecen a aparecer anuncios de guayaberas en la cuenta de Facebook personal.

Ya entendimos que los organismos, son al final del día, algoritmos biorítmicos. 

Una parte de la raza humana ya entendió, dice Harari, que los organismos, son algoritmos biorítmicos. Ahora, sólo resta hacerse de toda la información generada por el comportamiento de cada ser humano para saber más de él, que él mismo.

Estamos muy cerca de poder hackearnos a nosotros mismos; sólo es cuestión de tener el suficiente poder computacional y suficiente información biométrica para poder crear un ser completamente nuevo. La vida, después de todo, funciona como un programa de computadora, siendo el software el proceso de la vida y el hardware la bioquímica. Teniendo la información necesaria, podremos crear los algoritmos de otros seres vivos. Lo anterior, junto con el proceso de aprendizaje de las computadoras y la inteligencia artificial, dice Harari, será el fin de nuestra especie tal como la conocemos o dicho de otra forma, pondrá el futuro de la evolución en nuestras manos y no sobre la siempre aleatoria selección natural. 

La pregunta es ¿quién tendrá el control de toda la información? ¿Quién y cómo será regulada esta riqueza? Hoy, contamos con leyes que regulan la tierra y las máquinas, pero ¿cuáles son las leyes que regulan la información y la privacidad de esa información cuando se trata de un individuo?

El futuro de la evolución estará en nuestras manos y no sobre la siempre aleatoria selección natural

¿Estamos dispuestos a entregar nuestra privacidad, toda nuestra información biométrica, a una unidad central de procesamiento de información? Harari dice que sí, cuando nuestra salud dependa de ello. Pero también podremos ser obligados a cederla si vivimos bajo una dictadura; otro camino es que intercambiemos esa información por productos o servicios que alguna empresa nos ofrezca, que por cierto, esto último ya existe al momento en que permitimos que la información generada en la pulsera que utilizamos para hacer ejercicio, se recopile en el teléfono celular para ser subida a la red inmediatamente. 

Harari no ofrece un marco de tiempo claro para que este manejo de la información termine de consolidarse, pero lo que sí asegura, es que ya no hay vuelta atrás. Está sucediendo. Nadie tiene la duda de que el poder de las computadoras seguirá incrementándose, así como el conocimiento que tenemos de la genética y la bío-ingeniería. La ciencia de la información, que sirve en su mayoría a los intereses gubernamentales y de las grandes empresas, irá perfeccionándose a la par del poder computacional. 

Son las fuerzas del mercado y la ambición de las grandes empresas lo que mantendrá a la revolución caminando hacia adelante. ¿Y los contrapesos? 

Creo que existen y somos nosotros mismos. Las empresas suelen ceder a la presión de los clientes cuando éstos exigen. Obligamos a algunas empresas a dejar de utilizar mano de obra barata en la fabricación de ropa, o la esclavitud para sacar de la tierra piedras preciosas. El consumidor jugará un papel definitivo en el futuro que prevé Harari.

De cualquier forma, y aunque sea un sueño el que las computadoras lo sepan todo de nosotros, ya saben lo suficiente como para proveer a gobiernos y empresas de información suficiente para atentar en contra de nuestro comportamiento de manera constante. 

Basta con utilizar el internet para revisar precios de boletos de avión sin comprarlos, regresar horas después a la misma página y descubrir que ya subieron de precio. La inteligencia artificial hoy, genera precios personalizados, creando la percepción de que los boletos que nos interesan,  le interesan a otros, generando presión a la alza del precio... pero sólo en nuestra computadora.

Esta práctica ha generado millones de pesos en utilidades extras en todo tipo de mercados. Pero algunos consumidores ya se dieron cuenta, y ahora, muchos entran a las páginas que venden boletos de avión, por ejemplo, en "modo incógnito", consiguiendo así, precios "reales".

¿Qué limites debemos poner para que el manejo de la información por terceros no nos lleve a la dictadura de la información?

De lo que no cabe duda, es que tenemos que iniciar una discusión sobre el tema de la información, su privacidad y el derecho que tenemos como seres humanos a no ceder toda nuestra información. La discusión no debe ser relegada a los políticos únicamente. ¿Quién regulará la propiedad de la información? ¿Cómo podemos poner límites a su manejo para evitar que llegue la dictadura de la información?

Basta con echar un ojo a la historia para recordar que siempre hay problemas cuando la propiedad de la tierra o de la maquinaria está en unas cuantas manos. Lo mismo sucederá en el caso de la información.

Por el momento, sólo podemos ser cuidadosos con la información que compartimos en nuestras redes sociales, con nuestros teléfonos celulares e incluso, con las pulseras y relojes que hoy, se supone, nos animan a hacer ejercicio. 

Hoy sí podemos decir, sin temor a equivocarnos, que un mundo nos vigila.