"Houston, tenemos un hongo".

La higiene espacial y los hombres que dejaron de bañarse por la ciencia.

Del libro "Packing for Mars", The curious science of life in the void, de una de las mejores y más simpáticas escritoras de Ciencia en Estados Unidos, Mary Roach.

Traducción: G.Lámbarry

Jim Lovell es mejor conocido como el comandante del Apollo 13, el astronauta que le habló del "problema" a Houston. Como cualquiera que haya visto la película de Tom Hanks sabe, un tanque de oxigeno explotó camino a la Luna, desapareciendo la energía en el Módulo de Comando y obligando a Lovell y a dos de sus compañeros a encerrarse en el Módulo Lunar durante 4 días, con oxígeno, agua y calor limitados. Durante 40 años las personas se han acercado a Lovell para decirle: "Dios mío, qué aventura". Le digo lo mismo, pero no en referencia a lo sucedido en el Apollo 13. Estoy hablando del Gemini VII: dos hombres, dos semanas, sin regadera, con la misma ropa interior. Adentro de un traje presurizado, dentro de una cápsula, tan apretados que Lovell no podía estirar las piernas. 

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El Gemini VII, que despegó el 4 de diciembre de 1965, era un ensayo médico que formaba parte del programa lunar Apollo. Un viaje redondo a la Luna toma dos semanas y hasta ese momento, ningún astronauta había pasado tanto tiempo en gravedad cero. (El récord de la NASA era en ese momento, de 8 días). Si surgía alguna emergencia médica, digamos, en el décimo tercer día de la misión, los médicos del vuelo querían enterarse estando los astronautas a 350 kilómetros de la tierra y no a 300 mil.

Tenían la preocupación de que usar un traje espacial durante dos semanas, en un espacio similar al área que tiene un VW Beatle en los asientos delanteros, no sería tolerable. La siempre creativa NASA le propuso entonces a Lovell y a su compañero, Frank Borman, que hicieran el ensayo en tiempo real, dentro de una cápsula falsa -sería el ensayo del ensayo. "Catorce días sentado en posición vertical sobre un asiento eyectable en la Tierra?" dice Borman en su historia oral de la NASA. "No nos tardamos mucho en sacar de la discusión las tonterías". (Borman era irascible, o como diría Lovell, "Dos semanas con Frank Borman en cualquier lugar es todo un reto).

 

"EL EXPERIMENTO ERA PASAR SEMANAS CON CERO HIGIENE PERSONAL"

 

De hecho, no estaban escasos de tonterías, porque tonterías similares se estaban haciendo en la Base Aérea Wright-Patterson en Ohio. De enero 1964 a noviembre de 1965, nueve experimentos que versaban sobre "higiene personal mínima" -incluyendo dos semanas dentro de un simulador del Gemini VII- se habían llevado a cabo en una cápsula de aluminio dentro del Edifico 824 de los Laboratorios de Investigación Médica Aeroespacial. Los tipos del laboratorio se lo tomaban muy en serio. La palabra "mínima" se definía como "cero regadera o baños con esponja, cero rasurarse, cero cepillarse el cabello o cortarse las uñas..., cero cambios de ropa y sábanas, cero uso de higiene oral y uso mínimo de toallas húmedas" para, dependiendo del experimento, pasaran así de dos a seis semanas. Uno de los equipos vivió y durmió en trajes espaciales con los cascos puestos durante cuatro semanas. Su ropa interior y calcetines se deterioraron tanto, que tuvieron que ser reemplazados. "El Sujeto C sufrió de tanta náusea por el olor corporal, que tuvo que quitarse el casco cuando apenas habían pasado poco más de 9 horas. Los Sujetos A y B ya se habían retirado los cascos para ese momento". No había mucho qué hacer. Sin los cascos, los olores corporales (OC) eran "forzados a salir por el cuello por la presión del traje", una situación que el Sujeto B, en el cuarto día del experimento, calificó como "absolutamente horrible". Esto explica por qué Frank Borman, en la transcripción del segundo día de misión en el Gemini VII le pregunta a Lovell si de casualidad trae una pinza para colgar ropa, justo cuando se va a salir del traje espacial. ("Por tu olfato", le dijo a Lovell).

Para otro grupo de sujetos, les elevaron la temperatura a 34 grados centígrados. La tripulación simulada del Gemini VII no sólo pasó dos semanas, día y noche, dentro del traje espacial, sino que además tenían que batallar con los mismos sistemas de recolección de desperdicios que pronto atormentarían a Lovell y Borman

Para poder cuantificar la mugre generada, los científicos de la Fuerza Aérea invitarían a jóvenes -la mayoría de ellos estudiantes de la Universidad de Dayton- a una regadera portátil, uno por uno, para poder analizar todo lo que se desprendía después de la ducha. John Brown era el oficial encargado de la cápsula espacial simulada, llamada "Evaluador del Sistema de Soporte de Vida", aunque mejor conocida como "La cámara".  Extrañamente, son precisamente las regaderas portátiles de las que Brown se acuerda, ya que los jóvenes se quejaban mucho de ellas, porque no usaban agua caliente. "Los científicos no querían cocinar las escamas de piel humana con agua caliente", explicó, utilizando esa frase que no debería existir.

 

"LOS OLORES MÁS FUERTES ESTÁN EN LAS AXILAS, LAS INGLES Y LOS PIES"

 

Aún con lo desagradable que este experimento resultó para los sujetos, tampoco fue oler pétalos de rosa para los investigadores. Eran precisamente sus olfatos y olerlo todo, lo que les ayudaría a llegar a la conclusión: "Los olores corporales más fuertes están en las axilas, las ingles y los pies".

Las axilas y las ingles liderean el grupo, ya que ahí es donde se encuentran las glándulas sudoríparas apocrinas. A diferencia de las glándulas ecrinas, diseñadas para refrescar el cuerpo y que segregan en su mahyor parte agua, las apocrinas  producen una secreción turbia y viscosa que, cuando es rota por las bacterias, crea el por todas y todos alguna vez percibido Olor Corporal (OC). No sé muy bien cómo decir lo que a continuación escribiré, ni sé qué revele de mi persona, pero una servidora nunca ha detectado el OC en la región púbica. El O sí, desde luego, pero nunca el OC. 

Le pregunté al dermatólogo y especialista en olores corporales de la Universidad de Pennsylvania, Jim Leyden, sobre el tema. Me confirmó la presencia de la apocrina en las ingles e insistió en que era similar al de la axila. "Lo que sucede es que no se puede apreciar tan fácilmente", dijo, "porque el sistema olfativo está lejos". Decidí no seguir preguntando.

Resulta que las glándulas apocrinas están ligadas con el sistema nervioso; el miedo, el enojo y el nerviosismo incentivan la producción de las secreciones. (Las empresas que prueben desodorantes lo llaman "sudor emocional", para distinguirlo del sudor producto de un alza en la temperatura). (Es por esto que algunas pruebas de desodorantes y anti transpirantes incluyen una "recolección emocional". A un grupo de sujetos les ponen toallas en las axilas para absorber las secreciones mientras son obligados a cantar en el karaoke o a hablar en público. Después, las toallas son pesadas y olfateadas por jueces expertos en hedores. Cuando escribí un artículo sobre el Olor Corporal, me invitaron a ser juez invitada. "Aspira rápido y corto", me dijeron).

Es de suponerse entonces, que estar atado a un cohete espacial que está por despegar sería una situación en la que cualquier ser humano, para citar al mismo Leyden, "estaría drenando por las glándulas a toda su potencia". Le pregunté a Jim Lovell, en una plática por teléfono, si recuerda cuáles fueron los comentarios de los buzos que rescataron y abrieron la cápsula del Gemini VII después de la misión, al caer en el mar.

"Investigas un aspecto poco común de la misión", me dijo. El no se acuerda, pero sí recuerda algunos de los dichos de las personas responsables de abrir las escotillas de las misiones Apollo: "Digamos que al abrir la escotilla les llegaban olores..." -Lovell es un caballero, y fue cauto con el cierre de la oración- "...digamos que diferentes a aquellos que percibes con la fresca brisa del mar". 

El sudor de la axila es proveedor de estancia y comida para las bacterias. El sudor producto de las glándulas ecrinas es en su mayoría agua, que surte de la humedad necesaria para que la bacteria se fortalezca. Las secreciones de las apocrinas son un servicio de comida a domicilio las 24 horas del día. 

La axila no es el paraíso bacterial que pudiera parecer a primera vista. El sudor mismo tiene algunas propiedades anti bacteriales, que resulta evidente, no dejan la piel estéril, pero si provocan límites a lo que ahí puede crecer. Esa es la razón por la que los hedores de los sujetos en los experimentos de la Fuerza Aérea, llegaban a un máximo y no empeoraban al pasar de ciertos días. El reporte técnico declara que el hedor corporal de los sujetos llegaba a sus "más altos niveles", entre el día 7 y el día 10, para después estancarse o reducirse. 

La otra explicación para que los hedores lleguen a un máximo es que el olor corporal se hace tan intenso que no hay forma de que alguien perciba si se incrementó la fuerza del hedor o no. La detección de cambios breves en un aroma (o en el sonido o en la sensación) varía de acuerdo a la intensidad del olor en el entorno (o en el sonido o en la sensación). Si estás en un restaurante con mucho ruido y se eleva un par de decibeles el escándalo, no lo notas. Si las axilas de alguien llevan gritando días enteros, es difícil definir si están gritando un poco más fuerte. 

Llega el momento en que el cerebro deja de registrar el hedor del cuerpo. En palabras de Leyden: "El cerebro termina por decirte '¿sabes algo? Si no te interesa que te avise que esto apesta, pues olvídalo, ya no te lo digo más' ". Tristemente, para los sujetos en los experimentos, este afortunado momento no llegó hasta el octavo día.

La NASA debería incluir en su lista de características para ser astronauta, la anosmia. Algunas personas son genéticamente incapaces de oler el hedor corporal si son anósmicas al ácido trimetil hexanoico y la androsterona. "Alguna vez has estado dentro de un elevador con otra persona y te has preguntados '¿Cómo es posible que alguien con esa peste se meta a un elevador sin morir de la vergüenza?', bueno, pues quizá sea anósmico a su propio hedor," explica Leyden. "Y a los que nunca les haya sucedido eso en un elevador, quizá es porque sin saberlo, son la persona que apesta sin darse cuenta". 

(...)

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Los experimentos sobre higiene restringida en la Rusia soviética de 1969, incluían el monitorear la acumulación de aceites o sebo, en los voluntarios. (Allá, además de no poderse bañar, los sujetos debían pasar "la mayoría del tiempo en sillas con descansa brazos". El simulador de astronauta en los años 60 era un tipo sucio y apestoso tumbado viendo la televisión en ropa interior). La primera semana sin la ducha, lo aceitoso de la piel permanecía constante. ¿Por qué no se incrementaba? Porque la ropa resulta absorber de manera eficiente y efectiva el sudor y el sebo. Los investigadores soviéticos  recolectaban el agua con la que se lavaban el cuerpo después del experimento, y por separado, el agua con la que se lavaba la ropa después del experimento. Comparaban las cantidades de sudor y sebo de cada muestra. Resultó que entre el 86 y el 93% de lo producido por la piel estaba en el agua con la que se había lavado la ropa. En otras palabras, la mayor parte de lo excretado por la piel, había sido absorbido por la ropa. Esto sucedió con el algodón, el algodón/rayón y en un grado menor, con la lana. 

 

"ME DUCHO UNA VEZ AL MES, LO NECESITE O NO". Elizabeth I

 

Los hallazgos soviéticos nos ayudan a entender las diferentes costumbres de higiene que se practicaban en el siglo XVI y XVII. Los doctores del Renacimiento recomendaban evitar el bañarse con agua. Creían que hacerlo removía la capa protectora de la piel, quedando expuesta a enfermedades como la tuberculosis y las plagas, que al caer en la piel junto con las llamadas "miasmas", penetraban al cuerpo por los poros de la piel. La Reina Elizabeth I, considerada una "maniática de la limpieza" en su época, escribió: "Me ducho una vez al mes, lo necesite o no". La mayoría de las personas, lo hacían una vez al año.  

Las personas de la época del Renacimiento, no se bañaban, pero al menos se cambiaban de ropa. Los sujetos que estuvieron en el experimento para el Gemini VII no se podían cambiar ni la ropa interior. Los autores del estudio notaron que la ropa comenzaba a "pegarse a la piel donde hubiera dobleces; apestaba y estaba comenzando a descomponerse", una situación que me explicaron es "altamente problemática". Lovell me contó que la ropa interior de la misión Gemini VII estaba "bastante afectada en toda la zona de las ingles", aún más que los sujetos que habían pasado dos semanas sin bañarse, porque esos sujetos, a diferencia de Lovell, no estaban probando el Sistema de Manejo de Orina que "en muchas ocasiones tenía importantes fugas".

(...)

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En el espacio, como en la milicia, la ducha es más un tema de moral que de salud. Las agencias espaciales, reconociendo lo que un investigador llamó "la psicológicamente inadecuada ducha con esponja", dedicaron enormes cantidades de dinero y tiempo durante los años 60's, para desarrollar regaderas que funcionaran en cero gravedad. Uno de los primeros prototipos fue el "traje regadera". El reporte técnico que encontré al respecto incluye el poco alentador resumen que dice: "Los resultados dejan mucho qué desear en el proceso de la ducha, en el enjuage y el procedimiento de secado". Todo funciona diferente cuando no hay gravedad; el agua sale de la cabeza de la regadera unas cuantas pulgadas y después se empieza a unir toda en una gota de agua enorme: fascinante, pero de poca ayuda en cuando a la higiene. Si uno se acerca la cabeza de la regadera lo suficiente para evitar que se forme la enorme gota, entonces el agua sale flotando en pequeñas gotas por todas partes y tienes que pasarte unos 10 minutos recolectando gota por gota, antes de que moje todo en la cabina. "Lo más fácil fue olvidar el tema de la ducha," dijo el astronauta Alan Bean sobre la "regadera espacial plegable".

Por otra parte, la regadera en la estación espacial rusa utilizaba una corriente de aire para intentar hacer que el agua bajara por el cuerpo de los astronautas hasta los pies. Su éxito fue mínimo. Burbujas de agua se formaban y tendían a alojarse en las concavidades del cuerpo, incluyendo la boca y las fosas nasales. Para evitar ahogarse, el cosmonauta Valentin Lebedev y su compañero Tolia Berezovoy, utilizaban esnórqueles. "Qué exótica escena es ", escribió Lebedev en su diario. "Un hombre desnudo volando a través de la estación espacial, con un esnórquel en la boca, un visor en los ojos y una pinza en la nariz". Es por lo anterior que se entiende que la heroica tripulación del Salyut 7, al igual que lo hiciera su majestad, Elizabet I, se ducharan una vez al mes. Hoy en día, ya no existen las regaderas espaciales. Los astronautas se limpian con toallas húmedas.

"Los sujetos estudiados durante el experimento, terminaron con una irritación mayor en las ingles".

El tema de la ducha es más importante en las Estaciones Espaciales, porque las misiones son más largas ahí e incluyen ejercicios diarios que provocan que el cuerpo sude. Además de la higiene con toallas húmedas, los astronautas japoneses en la Estación Internacional, han estado utilizando "J-Wear", un producto desarrollado en la Universidad para mujeres de Tokio, que es un tipo de tela "con la función de disolver el hedor corporal vía fotocatalizadores, además de prevenir el olor a rancio del sudor con un nano terminado antibacterial". El astronauta Wakata Koichi utilizó esta tecnología en su ropa interior durante 28 días, sin queja alguna.

Los astronautas en el Gemini VII, sólo podían soñar con "ropa cómoda del diario para el espacio", como un comunicado de prensa llama a J-Wear.

Los sujetos estudiados durante el experimento para la misión Gemini VII terminaron con una "irritación mayor en las ingles".  En caso de que usted alguna vez haya cuestionado el valor de una buena limpieza y del cambio continuo de ropa interior, aquí hay una razón para valorarlo: en las personas con hábitos higiénicos en el baño dudosos, así como en los sujetos del experimento en la década de los 60's, hay evidencia de que la bacteria fecal, migra. 

Los investigadores de Wright-Patterson sacaron muestras de 13 lugares sobre el cuerpo de los sujetos, en busca del E.coli. El resultado demostró una verdadera Diáspora. Bacterias fecales se las habían ingeniado para llegar a los ojos de los sujetos, el oído, y en dos casos, a los dedos de los pies. Cinco de los seis rusos que se sentaron en el sillón con descansa brazos durante 30 días, desarrollaron foliculitis -infección bacterial en los folículos en la piel. Tres de ellos desarrollaron forúnculos -especialmente agresivos, grandes y dolorosos. 

(...)

Ya en la misión Gemini VII, durante el sexto día, Frank Borman estaba en el micrófono. El intercambio de información con la Tierra es la típica entre el astronauta y Control en Tierra, hasta que...

CONTROL: Gemini VII, el médico de la misión hablará con ustedes.

BORMAN: (silencio)

CONTROL: Gemini VII, aquí el médico de la Misión. ¿Has tenido problemas de caspa allá arriba, Frank?

BORMAN: No.

CONTROL: Repite, por favor.

BORMAN: N...O... No! Negativo!

El comandante Borman no quería hablar de problemas en la piel. Pero después, en sus memorias, escribiría sobre "el cuero cabelludo" y de un caso de "caspa terminal". Aunque técnicamente probablemente no era caspa, que es la inflamación de la piel ocasionada por el ácido oleico, que es excretado por el hongo Malassezia globosa, después de cenar los aceites que salen del cuero cabelludo. O eres sensible al ácido oleico o no lo eres. Si Borman no había tenido caspa antes de viajar al espacio, no lo iba a tener durante o después de la Misión. 

La atmósfera en los campos en la Antártica es similar en cuanto a la humedad, y las regaderas, igualmente, son casi inexistentes. Un viaje de 6 semanas a la Antártica en busca de meteoritos, se vive, en términos de higiene personal, como se viven en el espacio. "Seis semanas de piel muerta son como dos capas enteras", dice el líder del equipo Ralph Harvey. Explica que algunas veces, toda la piel muerta se suelta completa, con la primer lavada. Harvey admite su sorpresa por el espectáculo. "Recuerdo que regresé y cuando me estaba bañando, una capa entera de uno de los dedos de la mano se me despegó". 

Lo que hace que la situación de la caspa sea más llevadera en la Antártica, es que finalmente, puedes salirte de tu tienda de campaña y agitar tu ropa y la ropa de la cama donde duermes. Eso es imposible en el espacio. La descripción de lo que encontraron en la cápsula simulada después del experimento, parecía un reporte de una pista de nieve: "Una fina capa de escamas blancas se encontró cubriendo todo el suelo de la cámara". 

En cero gravedad, las escamas de la piel nunca caen al suelo. Le pregunté a Lovell si recordaba algo. Creo que mis palabras exactas fueron: "¿Era como si estuvieras en un globo de cristal con nieve?" Me dijo que no recordaba algo así, o al menos, "no de tal magnitud que se me hubiera quedado grabado en la memoria después de tantos años".

La cabeza, en general, es un problema. La mayoría de nuestras glándulas sebáceas están en los folículos capilares, razón por la cual si no te lavas la cabeza, se convierte en una zona grasosa. Tanto, que las personas que odiaban bañarse en el siglo XVI se frotaban polvo o salvado en la cabeza antes de dormirse. Como el sudor, el sebo desarrolla un olor característico cuando las bacterias lo corrompen. "Al menos dos de los astronautas en el Skylab reportaron que sus cabezas tenían "un olor ofensivo", anotó el psicólogo Jack Stuster en un reporte de la NASA de 1986.

Finalmente, Borman y Lovell no se quedaron dentro de sus trajes espaciales todo el vuelo, como lo había planeado originalmente la NASA. En el segundo día, el cirujano de la misión, Charles Berry, empezó a cabildear con la administración de la NASA en nombre de los astronautas. Se alcanzó un acuerdo: sólo uno de los dos astronautas podía salirse del traje espacial (en caso de una despresurización de emergencia). Lo echaron a la suerte y Borman perdió. Lovell se salió inmediatamente de su traje. 

Para la hora 55, Borman ya tenía su traje abierto hasta la mitad y a medio quitar. Para la hora 100 de la Misión, le solicita a la NASA permiso para quitarse el traje. Pasan 5 horas. Houston finalmente se comunica y le permiten a Borman quitárselo... sólo si Lovell se mete en su traje.

Lovell se resiste diciéndoles "Preferiría quedarme como estoy, si no les importa", pero la NASA no cede.

A la hora 163, Lovell está adentro del traje y Borman está fuera de él. Finalmente, el Dr. Barry logra convencer a la NASA y ambos terminan afuera del traje espacial. Borman recordaría en sus memorias: "No creo que hubiéramos logrado terminar la misión de 14 días... tienes a dos individuos en sus trajes espaciales, con la pierna de uno en el regazo del otro. Es una situación verdaderamente difícil".

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El anterior, es un capítulo del recomendable libro  de Mary Roach, "Packing for Mars"

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Mary Roach, autora del libro Stiff: La curiosa vida del cadáver humano. Spook: La ciencia estudia la vida después de la vida y Bonk: El curioso apareamiento de la ciencia y el sexo. Vive en Oakland, California